El Impacto de las redes sociales en las relaciones y el cerebro

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Las redes sociales absorben el tiempo de millones de personas y  llegaron para quedarse.  ¿En verdad están cambiando nuestras relaciones  cara a cara? Especialistas e investigaciones  muestran cómo están modificando nuestra vinculación con los demás  y nuestro cerebro.

 

Hace poco más de 10 años aún era común tener amigos o familiares que no tenían un perfil de Facebook. Hoy decir que no se tiene una cuenta en esta red social provoca sorpresa y hasta alienación: “Ah, no te invité a mi festejo porque no te encontré en Facebook.”  Lo he vivido en carne propia. Más allá de si sea la norma o no, creo que hay que mencionar qué efectos tienen en nuestro bienestar.

Y qué mejor que comenzar con las declaraciones de Chamath Palihapitiya, ex vice presidente para crecimiento en el número de usuarios de Facebook, quien en una entrevista realizada en diciembre de 2017  aconsejó a la gente que se tomara un “buen descanso”  de las redes sociales y mencionó:

“Hemos creado herramientas que están desgarrando el tejido social de cómo funciona la sociedad.”

Chamath Palihapitiya, ex vice presidente para crecimiento de usuarios de Facebook

Todo fue planeado

Chamath Palihapitiya

¿Será que quedó ardido con la empresa o que  le quedaron a deber algo? Podría ser, sin embargo, sus palabras resuenan con las que mencionó Sean Parker, presidente fundador de Facebook,  sí ese que interpretó Justin Timberlake en la película “Red Social”. Parker  también hizo declaraciones muy reveladoras en una entrevista  en 2017, mencionando que las redes sociales proveen de un circuito de retroalimentación de validación social y que en la época que estaban dándole forma a Facebook crearon y colocaron funciones  -los botoncitos de “me gusta”-  que produjeran  una descarga de dopamina por aquí  y por allá cuando a alguien le gusta tu comentario o tu foto.

 

Dopamina para hacerlo adictivo

Parker se refiere a la activación del circuito dopaminérgico o el circuito de recompensa, el que nos produce placer,  y al ser  el humano una especie tan social es muy fácil que se active cada que recibimos una notificación, un me gusta o un comentario =Alguien está interesado en mí, me miran y me validan.  El hecho de que  Facebook resulte tan adictivo para millones de personas no es producto de la casualidad, sino algo planeado desde sus inicios, pues el mismo Parker también mencionó:

“Eso es exactamente lo que un hacker como yo terminaría haciendo porque estás explotando una vulnerabilidad en la fisiología humana”.  

Sean Parker

Por si fuera poco,  Parker  hace mención, y no para bien, de las implicaciones que  su “creación” puede tener en la humanidad:

 “Solo Dios sabe lo que Facebook está haciendo a los cerebros de nuestros niños”. 

¡Wow!

 

Cerebro social

Probablemente Parker a estas alturas ya tenga respuestas a eso, o tal vez no.  Quien sí tiene una opinión más cimentada y muuucho más ética es Dan Siegel que junto con su equipo en UCLA han encontrado que los mensajes que se envían a través de la cultura esculpen las estructuras del cerebro.  Esto es súper importante tenerlo en cuenta pues  la razón por la que las redes sociales despegaron es porque el cerebro es un órgano muy social y la gente de verdad quiere conectar con los demás. 

De hecho ese contacto con los demás es el que nos ha permitido sobrevivir como especie.  Piénsalo así, en la época de los primeros grupos humanos aquel que quedaba fuera del grupo difícilmente podía sobrevivir por sí solo ante la intemperie, enfermedades, sequía, falta de alimento, depredadores e incluso ante la amenaza de otros grupos humanos que se encontrara en el camino. Por eso nuestro cerebro evolucionó para ser  altamente social y así tener más probabilidades de sobrevivir.

 

Ustedes y nosotros

Hago un paréntesis para explicar por qué a pesar de que somos una especie tan social, podemos ser también muy crueles con otras personas. Nuestro cerebro evolucionó para ayudarnos a sobrevivir y por ello tiene un fuerte tendencia a cuidar y defender a quienes consideramos parte de nuestro grupo, “nosotros”. La otra cara es que había que desconfiar de otros grupos humanos, “ustedes” pues no sabíamos sus intenciones y  hasta el día de hoy es con esas personas que consideramos fuera de nuestro grupo que podemos llegar a ser muy crueles. Esta es la base de la polarización social e incluso del cyberbulling.

Regresando al tema de las redes sociales, una vez que éstas se popularizaron, contribuyen a esculpir al cerebro porque el cerebro responde a la cultura.   Entonces es un camino de dos vías, el cerebro creó las redes sociales y las redes sociales esculpen el cerebro. Siegel también menciona algo importantísimo y que explica el comportamiento adictivo de muchas personas hacia las redes sociales:

“A cierto nivel nos llevan a una sensación de que tenemos las conexiones para las que evolucionó nuestro cerebro.”

Dan Siegel

Entonces aquí surge la pregunta si las redes sociales reemplazan nuestras relaciones  en la vida real o si las enriquecen. Siegel se refiere a esto desde un punto de vista neurológico: Cuál es la diferencia entre un correo electrónico  o una interacción en redes sociales vs un encuentro real cara a cara. Hay estudios que demuestran que en los encuentros reales cara a cara con otra persona hay muchos detalles que tu cerebro toma en cuenta: 

Tienes contacto visual, hay gestos faciales que puedes percibir, hay un tono de voz que puedes escuchar, percibes la postura de la otra persona, la intensidad con la que responden a lo que dices  y el tiempo en el que responden. Estas  señales forman la comunicación no verbal.  

Ahora  compárala entonces con un mensaje de texto o de alguna red social y date cuenta qué es lo que les falta a tus mensajitos, aunque les pongas emoticons.

  

Más allá del texto

El hemisferio derecho  es el área del cerebro que lee y envía esas señales de la comunicación no verbal. Tal vez no lo sepas, pero este hemisferio generalmente está más conectado a las áreas subcorticales del cerebro, o sea que está más en contacto con el cuerpo humano y con la creación de emociones, nos permite sentir la “textura”  sobre la vida real y el contacto con los demás.

 

¿Y si no hay comunicación no verbal apá?

Pues justamente  una preocupación que surge es  que si  nos estamos dando cuenta que  más personas pasan cada vez más tiempo sin usar comunicación no verbal y  usan cada vez más comunicación verbal, o sea textos, ¿Qué efectos podría tener? Déjame decirte que la comunicación verbal por sí sola no tiene nada de malo, lo que sucede es que al entregarse de “forma lineal”, se activa principalmente el hemisferio izquierdo, que está mucho más distanciado de las áreas subcorticales del cerebro, que son las que  median las emociones con el cuerpo. Entonces tiendes más a la lógica, incluso a pensar cómo le van a dar me gusta a tus fotos y comentarios.  

El punto aquí es si las redes sociales, mensajitos, correos,  etc. no están poniendo en contacto a la gente cara a cara, ni siquiera con lo que sienten y está pasando dentro de ellos, que se percibe a través de la comunicación no verbal, entonces Siegel sugiere que las nuevas generaciones estarán más acostumbradas a una experiencia de la vida a un nivel más superficial.  

La cosa no se queda ahí,  cuando ponemos atención a  las características adictivas  y no tan lindas de las redes sociales  que  mencionan Parker y Palihapitiya. La adicción a Facebook -que incluso existe un test para medirla-  en algunos puntos se ve similar en un escáner MRI a la adicción que provoca el abuso de sustancias o el juego. Algunos usuarios han llegado a casos extremos con tal de conseguir el ansiado trofeo de “más seguidores” o “me gusta”, como por ejemplo un joven de 26 años que murió al caer  de un rascacielos. ¿Qué buscaba?  Adivinaste, una selfie.

 

Facebook no es = vida real

Otro aspecto no muy lindo del uso de Facebook y las redes en general es que puede exacerbar la envidia. Esta emoción puede ir degradando el tejido social, convirtiendo la amistad en rivalidad, hostilidad y hasta en resentimiento. ¿Cómo es esto? Piensa que la mayoría de las personas en redes sociales muestran una “cara” selecta de su vida. Las fotos de sus logros, de sus viajes,  de su pareja, sus hijos, de sus momentos más “felices”, seleccionadas todas claro, despertando en los demás una sensación de “me falta eso”.

Por un  lado esto puede alimentar un sentido de desarrollo personal si podemos transformar esa envidia en admiración e incluso inspiración. La cosa es que en muchas ocasiones provoca una insatisfacción con la propia vida que cada quien lleva pues no la está comparando  con la vida completa de la otra persona, sino precisamente con el “lado” selecto y… hasta photoshopeado de su “vida idílica”.

De hecho Ethan Kross y sus colaboradores llevaron a cabo en el 2013 un estudio 1 en el que encontraron que entre más tiempo pasaban en Facebook adultos jóvenes terminaban sintiéndose peor.  A los participantes les enviaron mensajes 5 veces al día por dos semanas para responder preguntas acerca de su bienestar, contacto social directo y uso de Facebook. Las personas que pasaron más tiempo en Facebook se sintieron significativamente peor después, incluso después de controlar otros factores como la depresión o soledad. 

Curiosamente aquellos que pasaron un tiempo considerable en Facebook  pero que también se involucraron en niveles moderados o altos de contacto social directo, también reportaron un bienestar empeorado. Los autores  habían propuesto la hipótesis de que las comparaciones y las emociones negativas detonadas por Facebook eran llevadas al contacto social “real”, incluso dañando el poder benéfico de las relaciones sociales en persona.

 

Facebook y salud mental

Más recientemente Holly Shakya y Nicholas Christakis  2  estudiaron  5,208 adultos usuarios de Facebook  a lo largo de dos años. Midieron la satisfacción con su vida así como su salud mental y física en ese lapso. Todas las mediciones fueron peores entre más utilizaban Facebook, sin importar si solo entraban a la red de “mirones” o si se involucraban activamente, dando “me gusta”, comentando publicaciones de otros, etc.

Probablemente no te guste  lo que los investigadores concluyeron:   que la exposición a las imágenes “seleccionadas” de la vida de otros lleva a una autocomparación negativa y una gran cantidad de interacción de redes sociales puede restar valor a experiencias de la vida real más significativas.  ¡Zaz!


La exposición a las imágenes “seleccionadas” de la vida de otros lleva a una autocomparación negativa y una gran cantidad de interacción de redes sociales puede restar valor a experiencias de la vida real más significativas.

Conclusión del estudio: “Association of Facebook Use with Compromised Well-Being: A Longitudinal Study”


 

¿Esto es para preocuparse?

Cuando vemos cifras de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPICI)  que nos indican  que la principal actividad del 83% de los usuarios de internet en México es acceder a las redes sociales; que el 97%  considera las redes sociales como un lugar de búsqueda y que somos el 4° país del mundo con usuarios que más tiempo pasan conectados a redes sociales (4 horas en promedio), me parece que al menos tenemos que tener mayor conocimiento de a qué nos estamos enfrentando.

Nuestro deseo de conectar con otros puede traernos efectos poco deseados e icnluso contrarios a los que originalmente buscábamos. Las redes sociales per se no son malas, la cosa es que si están reemplazando el tiempo de tus relaciones cara a cara, entonces sí podría ser un problema.

 

Todo tiene dos caras

Para nada quiero decir que TODO es malo con las redes sociales. De hecho probablemente tú llegaste a este artículo gracias a ellas.  Existen algunos beneficios que aparecen después de utilizar alguna red social. Por ejemplo, muchas personas entran a alguna de estas redes buscando experiencias de pertenencia  a un grupo, un sentido de auto expresión, curiosidad o bien el deseo de conectar con alguien. Las plataformas como Facebook y Twitter nos permiten mantener el contacto con personas que de otro modo por la distancia geográfica, sería menos fácil mantenerlo. 

También nos permiten comunicarnos con otras personas con las que compartimos ciertos intereses e incluso unirnos a alguna comunidad que trabaja por causas  con las que nos identificamos.Toda esta expresión de nuestra personalidad  puede enriquecer nuestros sentimientos de bienestar, al menos en el corto plazo. De hecho según un estudio, las redes sociales  pueden servir  a personas  un tanto recluidas  como trampolín para una mayor interacción social.

¿Qué podemos hacer?

Con todas estas declaraciones de personas que trabajaron en Facebook y hallazgos de estudios sobre los efectos no muy lindos del uso de esta red social, aún hay cosas que podemos hacer pues sería iluso pensar que algún día deje de existir. 

1.- Una de ellas es por ejemplo cerrar completamente la sesión de Facebook, en tu computadora y en especial, tu teléfono.  Se trata de evitar las “tentaciones” de estar revisando o recibiendo notificaciones constantemente. Piensa que sería una acción  similar a aquellas que realizarías si  quisieras bajar  de peso, como evitar comprar botanas, galletas o chocolates para tenerlos en tu alacena muuuy a tu alcance. 

De hecho otro estudio llevado a cabo por Morten Tromholt en Dinamarca 3 encontró que las personas que después de una semana de no saber nada de Facebook reportaban una  mayor satisfacción con su vida  y más emociones positivas que aquellas que seguían conectadas. Estos resultados benéficos fueron más notorios en grandes consumidores de Facebook, usuarios pasivos y aquellos que tendían a envidiar a otros en Facebook. 

 

2.- Aplicar conciencia plena (mindfulness) a las redes sociales y sus efectos en nosotros. Para esto hay que ser despiadadamente honestos con nosotros mismos e identificar cómo nos sentimos y actuamos después de utilizarlas.  Así podremos entonces  decidir  si limitamos el tiempo que estamos en una red social  (cerrar sesión por varios días o incluso desactivar cuentas) o modificamos de alguna forma nuestra relación con esas redes. 

 

Usar saludablemente las redes

Sabiendo que las redes sociales afectan nuestras relaciones,  podríamos limitar las interacciones en estas redes a aquellas que apoyan las relaciones en el mundo real.  Así en vez de estar viendo un interminable flujo de publicaciones  de quien sabe quién, podemos preguntarnos: ¿Cuáles son mis intenciones de estar viendo quién está comiendo molletes o quién está de vacaciones? y ¿Qué me está haciendo toda esta “burbuja” digital a mí y a mis relaciones?

Qué haremos cada uno con respecto a las redes sociales es una decisión personal.  Tomar en cuenta  los resultados de las investigaciones nos puede dar una nueva perspectiva del tema, sopesando los pros y contras.  Aun cuando las redes no van a desaparecer, podemos tener en mente lo que mencionan Shakya y  Christakis: que  las interacciones sociales en línea no son sustitutas para las relaciones reales cara a cara; y también tener presente lo que menciona Siegel: 

 

“Las relaciones saludables cara a cara son vitales para nuestra sociedad y para nuestro bienestar individual.”

Dan Siegel

 

Referencias:

1.- Kross, E., Verduyn, P., Demiralp, E., Park, J., SeungjaeLee, D., Lin, N., Shablack, H., Jonides, J., & Ybarra, O. (2013). Facebook Use Predicts Declines in Subjective Well-Being in Young Adults. PLoS ONE,  8 (8): e69841. doi:10.1371/journal.pone.0069841

2.- Shakya, H.B, &. Christakis, N.A. (2017). Association of Facebook Use with Compromised Well-Being: A Longitudinal Study. American Journal of Epidemiology, 185 (3), 203–211. https://doi.org/10.1093/aje/kww189

3.-  Tromholt,  M. (2016). The Facebook Experiment: Quitting Facebook Leads to Higher Levels of Well-Being. Cyberpsychology Behavior Society Network, 19(11), 661-666.

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Edgard Ramirez
Edgard Ramirez
Viajero de nacimiento, coach y psicoterapeuta especializado en hipnosis ericksoniana por elección. Te ofrezco herramientas para reinventarte desde ésta y las neurociencias, pues acelera el cambio y la resolución de problemas de mis clientes.

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