Resiliencia ante la muerte

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Tal vez una de las pruebas más grandes para nuestra Resiliencia es la muerte de alguien cercano. Sin embargo la Resiliencia también es el camino para superar ese dolor.


*Importante: El presente artículo lo escribí mucho antes de la pandemia. Te sugiero echarle un ojo también a este otro  más acorde a los duelos que por el COVID-19 estamos viviendo todos.

 

Recuerdo un amigo que tenía en la secundaria al que estimaba mucho. De pronto un buen día Víctor dejó de ir a clases: le habían diagnosticado leucemia. Después de 3 años de tratamientos y un desgaste para toda su familia, mi amigo falleció.  Fue un golpe muy doloroso pues aunque había perdido ya a mi abuelo paterno, el hecho de que fuera un amigo de mi edad, 16 años en ese entonces,  hacía todo tan distinto.  Si algo me sorprendió en las semanas y meses después de su muerte fue la actitud y resiliencia de sus padres, sobre todo su mamá. Yo imaginaba que se derrumbaría, pero no fue así. Se mantuvo sonriente, triste a veces claro, lloraba, también, pero en general era una actitud que al menos yo no había visto antes en un doliente. En ese entonces yo ni sabía qué era la resiliencia, pero la mamá de Víctor fue mi primer contacto con un doliente resiliente.

Investigaciones sobre personas que estaban atravesando un duelo, a quienes llamaron “dolientes resilientes”,  dan más luz sobre lo que ya sabemos acerca del duelo.  Estos dolientes resilientes después de una pérdida no muestran mayor problema en continuar con sus vidas. Su experiencia en este sentido es otra historia comparada con la que viven personas muy afligidas, que muchas veces se sienten incapacitadas para salir adelante, ya sea poco o mucho tiempo después de la muerte de un ser querido.

 

Perder a alguien duele en el cerebro

Imagen del estudio: “Feeling the Pain of Social Loss” de Pangsepp (2003). La tristeza en el cerebro activa principalmente la Corteza cingulada anterior (AC), así como el Tálamo dorsomedial ( DMT), la sustancia gris periacueductal PAG) y la ínsula.

Son varias las lecciones que nos deja estudiar a los dolientes resilientes, como por ejemplo, que nos confirma lo que ya sabíamos: el duelo es una experiencia personal y cada quien la vive de forma distinta.  El dolor por perder a alguien querido y la soledad intensa comparten algunos de los circuitos en el cerebro que procesan el dolor físico, como encontró Pankksepp en su estudio. Perder a alguien literalmente DUELE en el cerebro.

Cuando alguien querido muere repentinamente muchas áreas de nuestro cuerpo entran de forma natural en un estado de percepción de peligro intenso, generando una respuesta de lucha/huida  un poco caótica, por lo que hay una especie de “pausa” a las reacciones físicas y emocionales para intentar protegernos de eso que percibe como un peligro intenso.

Esta reacción en buena medida se debe a la activación de una región cerebral de nuestro sistema nervioso ubicada en los lóbulos temporales e involucrada en reacciones emocionales llamada amígdala.  Cuando esta región cerebral se queda sobreactivada puede costarnos trabajo superar el dolor.  El dolor por la pérdida que sentimos puede volverse parte de nuestra historia de vida  y de cómo nos percibimos a nosotros mismos en este mundo.

Historias y dragones del pasado

Estas historias que interfieren con nuestras vidas son como si fueran dragones del pasado que aún continúan escupiendo fuego en tu amígdala, eso puede provocar ansiedad, rabia, comportamientos irracionales y otras reacciones negativas.  TODOS tenemos alguno que otro de esos dragones del pasado que tienen cierta influencia en nuestro presente, sin embargo en algunas personas estos dragones pueden tener mucha influencia y descarrilar su resiliencia. 

Además de lo anterior, también sucede algo que puede ayudar o estorbar para la superación del dolor, pues cuando nuestro  cuerpo y emociones están en esa montaña rusa sin control, nuestro cerebro responde creando historias para tratar de dar sentido a lo que está sucediendo. Historias como por ejemplo: 

¿Por qué siento esto?, Si fuera más fuerte no me sentiría así”

“Tengo que dejar de sentirme mal, nadie puede verme llorar tanto”

“Me dejó, no puede ser que me haya dejado, algún día regresará”

 

ES NORMAL  pensar cosas así en momentos de mucho estrés emocional.  Lo importante es reconocer que esas historias no son necesariamente ciertas, sino considerar que son los intentos de nuestro cerebro para explicarse todo ese cúmulo de sensaciones que sentimos.  Y aquí hay algo importantísimo:  Evita pelearte con lo que estás sintiendo pues eso solo alarga el dolor.  La plenitud mental puede ayudar muchísimo para esto. Necesitas “bajar al cuerpo” y  aceptar eso que estás sintiendo, pero sin juzgarte. Puedes decirte algo así: 

 

“Estas sensaciones son mi cuerpo tratando de cuidarse a sí mismo de una situación llena de peligro. Puedo aprender a convivir con estas sensaciones para que me guíen poco a poco hacia la seguridad y sanación”. 

 

Decirte algo así normaliza lo que estás sintiendo, además de que estás expresando aprecio a la sabiduría de tu cuerpo y emociones en medio del caos y te dice que estás actuando como lo haría cualquier ser humano, solo necesitas apoyo para sobrellevar la intensidad de esos sentimientos. 

 

Ser o no ser resiliente

Antes que nada te quiero decir algo: Despreocúpate si tú no te consideras o sientes que no eres uno de esos dolientes resilientes. Cada uno de nosotros respondemos de forma muy diferente ante la muerte. Y repito algo que he mencionado muchas veces aquí en la página, en mis talleres y sesiones:

 

La resiliencia no viene de la fuerza de voluntad, mucho menos de “echarle ganas”.

 

La Resiliencia aparece bajo ciertas circunstancias

Cuando estudiaron a esos dolientes resilientes, vemos que comparten experiencias  similares  que pueden ser muy distintas a la nuestra. Por ejemplo, lo que encontraron los investigadores es que los dolientes resilientes tienden a tener menos pérdidas y también tienden a tener menos experiencia con pérdidas que son repentinas, traumáticas o inesperadas.  La resiliencia aparece más fácilmente bajo ciertas circunstancias.   No es lo mismo perder a un ser querido que ha atravesado por un proceso de enfermedad por varios años a perder a alguien de la noche a la mañana. 

Los dolientes resilientes tienden a haber  tenido pérdidas en las que tuvieron tiempo de despedirse de su ser querido antes de morir. Las muertes asociadas con los dolientes resilientes no fueron percibidas como prevenibles, era poco probable que cualquier intervención hubiera podido prevenir la muerte.  Muchas veces en muertes repentinas las personas cercanas a quien acaba de fallecer  pueden sentirse abrumadas por la culpa que trae  lo que yo llamo el  síndrome de “Y sis”:

 “¿Y si le hubiera dicho que lo/la quería?, ¿Y si no le hubiera hecho….?, ¿Y si…?, ¿Y si…?  Y muchos  “Y si’s” más.

El síndrome de “Y sis” puede  complicar cualquier duelo, pues como ya te mencioné arriba, son los intentos del cerebro de explicarse lo que sucede, llevando a la persona  a estar revisando  constantemente la relación que tuvo con la persona fallecida, buscando fallas o errores,  que seguro encontrará pues todos los seres humanos los tenemos.  La persona puede quedarse enfocada en lo que siente que hizo mal o le faltó decirle al difunto/difunta. Se queda rumiando lo malo, activando aún más el sistema de amenaza en el cerebro, segregando el cocktail de hormonas del estrés y atrasando nuestra resiliencia ante la muerte.

 

Lecciones de Dolientes Resilientes

Las lecciones que podemos aprender para cultivar nuestra resiliencia ante la muerte   de esos dolientes son varias y ¡No! no son lecciones del tipo “Ya supéralo” o peor aún, del  “Échale ganas”, que POCO  o nada ayudan a un doliente, al contrario, le envían  un mensaje de que sus esfuerzos por salir adelante no existen o no son suficientes.  Voy a hacer un pequeño paréntesis. Evita decirle cosas que NO le ayudan, y si no sabes qué decir, pues NO DIGAS NADA.

Aquí te doy algunas frases a evitar:

– Échale ganas 
– Ya no llores (¿como por qué no?)
– Todo pasa por algo 
– Pronto consuelo 
– Al menos ya está en un lugar mejor
– Distráete y no pienses en eso
– Tienes que ser fuerte para tu hijo(s), esposo, padre, madre, familia, etc. (Anulas la oportunidad de vivir su propio duelo)
– Supéralo (revela la nula empatía de quien lo dice)

Qué frases SÍ decir:
+ Lo siento mucho 
+ Están en mis oraciones
+ No puedo imaginarme lo que estás sintiendo (silencio después por si el doliente quiere expresar lo que siente)
+ Aquí estoy para ti
+ ¿Quieres hablar de lo que pasó? (parece fuerte pero le abre la oportunidad para el doliente de expresar y sacar lo que siente sin que lo forcemos) 
+ Esta no es frase, es el solo hecho de que tú estés presente para el doliente puede ser de mucho más apoyo que decirle algo. 

Ahora sí, retomando las lecciones de dolientes resilientes, se trata de habilidades y aspectos que  puedes cultivar y que además ayudan a calmar a tu amígdala. Aquí te enlisto algunos:

1.- Tener una mentalidad optimista: Para nada se trata del falso optimismo de sonrisas acartonadas y de que “todo va a estar bien”.  Detrás de ese falso optimismo  hay un miedo gigantesco a afrontar la realidad. No se trata de dejar de sentir el dolor ni de ocultarlo. Como viste arriba, perder a alguien duele en el cerebro y mucho. Más bien es creer que incluso las peores tragedias pueden ofrecer oportunidades de aprendizaje y crecimiento, sin negar lo que estás sintiendo.   

La pérdida de un ser querido inevitablemente nos pone a todos cambios enfrente.  Puedes elegir verlos más como retos que como castigos. Cada logro que haces cuando estás en duelo, hasta los más pequeñitos, como cambiar el foco que se fundió, pueden sentirse como un logro personal y eso deja de aventar fuego a tu amígdala.

 

2.- Creer que algo positivo puede resultar de los peores eventos: Este punto tal vez no sea tan inmediato después de la muerte de un ser querido, sin embargo hay muchas iniciativas que surgieron debido a una pérdida. Por ejemplo hay personas que después de haber perdido a un ser muy cercano por alguna enfermedad en particular, crean grupos y/o asociaciones para apoyar a personas que pasaron por  la misma situación que ellos.  La mamá de mi amigo Víctor, de quién te platiqué al inicio, se involucró en una asociación para apoyar a niños con cáncer. Una vez pasada la fase más crítica del duelo es cuando estas personas apuntalan esa experiencia enfocada en un bien mayor.

 

 3.- Elegir recuerdos positivos del difunto: De acuerdo a algunos estudios, los dolientes resilientes hacen esto conscientemente y con el tiempo reportan que estos recuerdos que los consuelan llegan a emerger de forma espontánea. Por ejemplo, escuchar la música que le gustaba al difunto/difunta puede traernos recuerdos de momentos lindos que pasamos con ellos.

4.- Mantén una rutina cerebral saludable: Sé que en esos momentos comer alimentos saludables, hacer ejercicio y dormir bien puede parecer una tarea titánica.  Sin embargo esta parte es común que falle en los dolientes.  Cuando la persona siente dolor hará lo que sea para dejar de sentirlo. La cosa es que darse atracones de comida, emborracharse, consumir sustancias y otros hábitos pueden parecer una curita temporal, pero muy frecuentemente  prolongan el dolor.

5.- Busca apoyo:  Seas  o no un doliente resiliente, cada quien experimentamos la pérdida de un ser querido a nuestra manera y a nuestro tiempo. Incluso aquellos más resilientes de pronto también pueden pasar por momentos de mucho dolor: es NORMAL. Los grupos de apoyo  y la terapia pueden ser muy útiles cuando te ayudan a  atravesar el duelo y superar ese dolor. 

Puedo acompañarte si estás viviendo un duelo que está un poco atorado, llámame al 442 690 2522 , escríbeme a edgard @ neuroresiliencia.com, contáctame por whatsapp (SOLO MENSAJES) al 446 108 4151  o llena el formulario de abajo y a la brevedad me comunicaré contigo.

 

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    Referencias:

    1.- Panksepp, J. (2003). Feeling the Pain of Social Loss. Science, 237-239

     

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    Edgard Ramirez
    Edgard Ramirez
    Viajero de nacimiento, coach y psicoterapeuta especializado en hipnosis ericksoniana por elección. Te ofrezco herramientas para reinventarte desde ésta y las neurociencias, pues acelera el cambio y la resolución de problemas de mis clientes.

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