El amor en el cuerpo

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El amor no es algo etéreo, se siente en el cuerpo y varias partes contribuyen a mantenerlo en el tiempo.

“El verdadero amor es inquebrantable …  Amor es darlo todo y no esperar nada a cambio… el amor es igual a romance”. Tal vez el amor sea una de las emociones humanas sobre la que más se haya escrito en la historia, tanto cosas ciertas como muchas otras que hoy la ciencia nos confirma que son solo frases bonitas para compartir.

Me gustaría empezar aclarando que el amor es una emoción y como tal se experimenta en el cuerpo. De hecho es una de las emociones positivas que más anclada está a éste y en cómo va madurando.

 

El amor va cambiando

Cuando el amor comienza se activan ciertas partes de nuestro sistema nervioso y comienza una cascada de neuroquímicos, principalmente dopamina que es la que te hace sentir el placer y la emoción cuando vas a ver a la persona que te “mueve”; y la serotonina, que aporta una sensación de bienestar. Conforme vamos creciendo y profundizando en el amor las dosis de estos  últimos van disminuyendo para dar paso a otros neuropéptidos, el más importante: la oxitocina. También llamada la hormona de la confianza, la vinculación y conexión humana, es gracias a ella que el amor llega a un nivel de madurez, vinculando a los dos en un nivel neurológico.

Más que ser un estado estático, el amor es un proceso dinámico que cambia de acuerdo a factores biológicos que no están bajo nuestro control. Investigaciones de varios científicos como Dacher Keltner, Helen Fisher o Barbara Fredrickson, esta última una pionera en el tema,  han revelado cómo se aloja el amor en distintas partes del cuerpo y cada una tiene un papel para mantenerlo en el tiempo, como por ejemplo:

 

El hipotálamo

Imagen del estudioLas correlaciones neuronales del amor materno y romántico

Las imágenes de escaneos cerebrales  del estudio “Las correlaciones neuronales del amor materno y romántico” 1 sugieren que estos dos tipos de amor afectan a varias áreas cerebrales en común, aunque hay algunas diferencias. Por ejemplo en el cerebro de los amantes el deseo nace en el hipotálamo, la misma área cerebral que regula el apetito.

Ésta provoca que segregue dopamina estimulando a los ganglios basales, involucrados en procesos de aprendizaje y recompensa. O sea, los amantes se encuentran expectantes de lo que va a suceder, je je. Por el contrario el amor materno no despierta este deseo, claro está.

 

Y la cacería empieza

Cuando en los amantes comienzan la búsqueda sexual, sus cerebros segregan hormonas llamadas andrógenos  e incluso testosterona. Sí, ambos dos, hombres y mujeres. De hecho Helen Fisher encontró que las mujeres producen más testosterona que los hombres cuando compiten por un premio. La testosterona va incrementándose con las relaciones sexuales, o sea que entre más relaciones tienes, más quieres.  

 

El orgasmo

Imagen del estudio “El sexo en el cerebro: los orgasmos despiertan una conciencia alterada

Los orgasmos involucran al menos ¡30 áreas cerebrales! Incluyendo aquellas asociadas con el tacto, la fantasía, la memoria y la recompensa. En la imagen del estudio “El sexo en el cerebro: los orgasmos despiertan una conciencia alterada” 2 puede verse cómo el clímax se extiende por todo el cerebro, activando la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior. El orgasmo provoca que segreguemos serotonina, sensación de bienestar,  y agárrate, hasta opioides. ¡Guau! O sea que un orgasmo hace que liberes de forma natural químicos que también se encuentran en la heroína. No es de extrañar entonces que el sexo con la persona adecuada puede ser adictivo.

 

La ardillita de la era del hielo: la amígdala

En sesiones me gusta explicarles a mis consultantes que esta área cerebral es como esa ardillita de la película “La era del hielo”. Pequeñita pero siempre atenta y sensible a perder su bellota. Ante la mínima amenaza de perderla se pone frenética. En nuestro cerebro la amígdala funciona más o menos así, escaneando el ambiente sin descanso para detectar  amenazas y riesgos. Todo sea para mantenernos con vida. Nuestra amiga la amígdala se mantiene bien atenta la mayor parte del tiempo.

Aunque en el amor romántico parece que entra medio en huelga al igual que áreas de la corteza prefrontal que se encargan de la toma de decisiones. Por eso es que el cerebro enamorado es susceptible de tomar decisiones equivocadas. ¿Quién no lo ha hecho?  Le puede fallar detectar amenazas y conectar las acciones del presente con consecuencias futuras, por ejemplo los efectos posteriores de una relación sexual sin protección.

 

Fidelidad y confianza: Viva la oxitocina

Conforme nuestro cerebro va transitando del deseo al amor, el cuerpo estriado ventral se activa y aquí es cuando damos el salto al amor maduro pues nuestro cerebro comienza a segregar oxitocina, la hormona que predice nuestra vinculación o apego y que también incrementa nuestra generosidad y compasión. Las mujeres en general tienen cantidades altas de oxitocina. Pero ojo, los hombres también aumentamos nuestras dosis de esta hormona por ejemplo con besos apasionados, llevándonos del deseo más instintivo hacia el cuidado, la confianza y la fidelidad. Así es, la oxitocina es más alta en parejas monógamas que en aquellas polígamas. La oxitocina además de fieles nos hace estar al tanto y al pendiente de nuestra pareja y sí hay, de los hijos.

 

Sincronía de sistemas nerviosos: el nervio vago

Foto de Vlada Karpovich en Pexels

Cuando ya llevamos un buen tiempo en la relación, el ritmo cardiaco, las expresiones faciales y hasta los ademanes se empiezan a parecer al de nuestra pareja. Esto es porque el nervio vago de cada uno comienza a sincronizarse con el del otro como encontró Barbara Fredrickson.  Este alineamiento neurobiológico  nos permite detectar cualquier problema o dolor en nuestra pareja  que los demás no pueden. Sintonizar con el otro hace que los amantes estén más dispuestos  a hacer sacrificios por la relación. De hecho hay una investigación que encontró que si esos sacrificios provienen de un deseo genuino de aliviar el sufrimiento de nuestro/nuestra esposo/esposa,  obtenemos beneficios de salud física y mental.

Cuando el vago entra en escena ya pasó la euforia inicial del romance, cuando las dosis de serotonina y dopamina estaban a la orden del día. Para muchos pudiera parecer que la relación pierde “chiste” y muchísima gente se queda en esta etapa. Abandonando la relación para iniciar otras nuevas que al inicio le proveen esa chispa de placer para después volver a abandonar y buscar la experiencia de novedad indefinidamente. Es el amor adolescente.

Pero el hecho de que el amor se haya asentado y calmado para nada es un mal signo, es más bien una señal de que es más profundo, más benéfico, sólido y compasivo. Es el amor adulto. La respuesta del nervio vago fortalece nuestros sentimientos con más compasión, hay más actividad en áreas cerebrales que ayudan a disminuir ansiedad y dolor.

El amor maduro de verdad hace que nos reflejemos en nuestra pareja y viceversa. Nada nos relaja más que estar con esa persona que sincroniza su neurobiología con la nuestra como nadie más puede hacerlo.

A veces el amor puede atorarse por diversas circunstancias. Lo bueno es que hay soluciones para que vuelva a fluir y puedan volver a sincronizar. Puedo acompañarte a ti y a tu pareja en este proceso.

 

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    Edgard Ramirez
    Edgard Ramirez
    Viajero de nacimiento, coach y psicoterapeuta especializado en hipnosis ericksoniana por elección. Te ofrezco herramientas para reinventarte desde ésta y las neurociencias, pues acelera el cambio y la resolución de problemas de mis clientes.

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